En medicina, una afección se considera asintomática si la persona es un portador o portadora de una enfermedad o infección, pero no experimenta síntomas; en ocasiones,son denominados silentes.

Para quienes trabajamos en la área endémica panamazónica hablamos de los comunicantes a descubrir, es decir, a personas que sabemos que han estado en contacto con el agente infeccioso, pero que hasta ese momento no han desarrollado ningún síntoma, pero que dada la persistencia del bacilo al que nos enfrentamos, sabemos que la próxima vez que lleguemos a esa comunidad podría ser un positivo, esta búsqueda es fundamental para saber con exactitud la dimensión real de la epidemia.

A diario somos informados de nuevos hallazgos clínicos del COVID 19, y esto preocupa pues parece que los nuevos síntomas obligan a investigar nuevas terapias, y el llamado proceso de desaceleración de la pandemia se difumina. Es entonces cuando se insiste en aislar a los asintomáticos comunicantes; todos sabemos que, en general, los virus tienen un gran potencial de acción.

De hecho, su nombre procede del latín virus, en griego ἰός «toxina» o «veneno» por el daño que producen en el involuntario huésped, su margen de hospedaje puede ser muy amplio o en extremo limitado; pues bien ya hay estudios científicos que han llegado a la conclusión de que algunos de los primeros casos que llegaron a Europa eran asintomáticos. Se demuestra así que, efectivamente, existen los pacientes ASINTOMATICOS para COVID-19 y que, además, pueden contagiar la enfermedad, tal y como apuntan el CDC (Centro para el Control y Prevención de Enfermedades).

Precisamente, ante la incertidumbre generada por la cantidad de personas SILENTES, se insta a los ciudadanos desde la OMS a cumplir con las medidas de aislamiento y prevención para evitar nuevos contagios, y hacer uso de las mascarillas, así como cumplir con las medidas de higiene complementarias. El problema surge cuando se sabe que a estos asintomáticos habría que realizarles “test rápidos”, para poder descubrir si son o no positivos, y es esto lo que debemos exigir a quienes nos recomiendan aislarnos, cuidarnos y protegernos.

En materia de salud pública, las autoridades competentes deben tener previstos los medios “para el rastreo de los contactos,” con el objetivo de contener la pandemia. Creemos que en Europa todo esto podría ser posible por la presión ciudadana, pero, en otras zonas del mundo, como en nuestra región pan-amazónica somos conscientes de que exigir los EPIS O marcadores de PCR, por ejemplo, es como pretender que los niños que nacen en el Rio Purús, puedan vacunarse cada año; un sueño imposible, quizás lo más oportuno de esta pandemia sea que en estos momentos en todo el mundo se habla del COVID-19, como la enfermedad a combatir, y sin darnos cuenta nos ha dado a todos el derecho de ser iguales, recuerdo aquí las palabras de DARWIN cuando decía: no es el más fuerte de las especies el que sobrevive o el más inteligente, sino aquel que se adapta al cambio, y este cambio supone para todos nosotros adoptar una actitud reivindicativa para que TODOS tengamos un acceso real para sobrevivir y resistir, es como, por ejemplo, si la sequedad del desierto presionara a todas las especies para tener una mayor resistencia a la deshidratación.

Los cambios, como ya podemos deducir, suelen ser adaptativos, lo que implica que en estos momentos todos debemos adaptarnos a la presión que este COVID 19 EJERCE SOBRE NOSOTROS, de ahí que sanitarios y ciudadanos, en general, exijamos todas las medidas de diagnósticos precoz necesarias para el control de los asintomáticos comunicantes, de aquellos con patologías de riesgo, o de nuestros mayores vulnerables para hacer cumplir una de las máximas de la precursora sanitarista Florence Nightingale, «Solo se comienza a ganar a la enfermedad cuando no se dan ni se aceptan más excusas».

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